Loli y Pepe resisten ante el salvajismo inmobiliario de un fondo que ha convertido su hogar en escombros
Los dos jubilados son los únicos vecinos que plantan cara al fondo Dazia Capital, que compró varios bloques en el barrio malagueño de El Perchel. El resto fueron expulsados o marcharon a cambio de dinero.
La promotora ha empezado las últimas demoliciones. Loli y Pepe siguen en la finca gracias a sus contratos de renta antigua, pero viven con la pala y los destrozos al otro lado de la pared.
'Público' ha pasado un día con dos vecinos que llevan "toda la vida" luchando por el barrio."Y ahora que está en condiciones para los turistas, nos quieren echar a nosotros", lamenta Loli. Ni el Ayuntamiento de Málaga ni la promotora responden a las preguntas de este diario.

El Perchel es una pieza clave en la historia de Málaga. Cervantes lo menciona en El Quijote. Alberti le canta en Los 8 nombres de Picasso. El nombre le viene de las perchas que se utilizaban antiguamente para colgar y secar el pescado. Los edificios tienen tres o cuatro plantas. Las calles no están tan limpias como en el centro. Es el típico barrio obrero. El típico barrio de pescadores y gente humilde. El típico barrio en el que los ricos –antes– no querían vivir.
"Llego a casa y hasta respiro de otra manera, porque son muchos años, tengo aquí toda mi vida. Es donde me divorcié, donde han nacido mis hijos, donde han ido al colegio". Loli (75 años) lleva cinco décadas en el número nueve de la calle Montalbán (El Perchel). La dictadura no había terminado cuando firmó su primer contrato de alquiler. El barrio apenas tenía suministros, tampoco buenas comunicaciones. "Los que llevamos toda la vida aquí nos hemos tragado las obras del metro, las obras de la Avenida de Andalucía... Y ahora que [el barrio] está en condiciones para los turistas, nos quieren echar a nosotros. No puede ser, claro que no", insiste la inquilina.
Pepe (72 años) entró en su vivienda cuatro años después. Lo recuerda todo "de otra manera". El ambiente, dice, era distinto. "Los vecinos estábamos más unidos, ahora no, pero aún así, queremos seguir viviendo aquí", señala. El 90% de los bloques se han vaciado en los últimos diez años. La mitad sur de la única manzana que resiste ha sido derribada. Los tres portales que siguen en pie cuentan las horas para convertirse en escombros. "Lo único que queda de aquella época es el nombre, y porque está en el Ayuntamiento, que si no, ni eso", bromea.
Dazia Capital y su 'pelotazo' en el sur
El marrón tiñe desde que empezaron los derribos el cruce de las calles Montalbán, Malpica y Arco. La Inmobiliaria Vitrubio gestionaba una veintena de bloques en la zona. "Les pagábamos la renta en metálico, bueno, lo seguimos haciendo, porque nunca hemos dejado de pagar", defiende Loli. "Los primeros rumores los escuchamos precisamente allí [en la oficina] y luego nos enteramos por la prensa de que nuestras casas estaban vendidas. Les preguntamos qué hacer y nos dijeron que había que coger el dinero que nos diera la [nueva] propiedad, nos dijeron que tenían a los mejores abogados y que si íbamos a un juicio podíamos ganar, pero también corríamos el riesgo de perder", continúa. Dazia Capital absorbió Vitrubio hace tres años y medio con un plan para desarrollar "el mayor proyecto residencial" de la ciudad, tal y como anunció en su momento El Sur y recogió la promotora en su página web.
Muchas cosas han cambiado desde entonces en El Perchel. Los vecinos se saludan al cruzar la calle, pero cada vez son más las maletas y los Airbnb. La polvareda y los pitidos de la obra se cuelan ahora en los comercios de la zona. "Los que sobreviven, claro, porque la mayoría están tapiados", lamenta un curioso mientras hace vídeos de las primeras demoliciones. Al fondo, El Corte Inglés. El centro está a diez minutos andando. La estación de tren, tres calles abajo. El aeropuerto, a cuatro paradas de metro. El Perchel lo tiene todo. Lo único que le sobra son sus vecinos.
Loli y Pepe son los únicos que no han abandonado sus casas tras la llegada de Dazia Capital. Los únicos que sobreviven a la vorágine de la especulación. Los únicos que duermen con la pala y los destrozos al otro lado de la pared. Los balcones amanecen sin cristales ni persianas. La calle está en ruinas. Loli desafía la imagen con tres o cuatro plantas en cada ventana. "Esto parece Ucrania, pero es Málaga. Es mi casa, donde vivo a gusto, y no pienso marchar por mucho que insistan. Dazia me ofrece 170.000 euros, pero no es una cuestión de dinero. Si quieren mi casa, tenemos que llegar a un acuerdo: una casa por otra casa", advierte la inquilina.
El fin de la renovación de los contratos
Los vecinos "siempre" habían estado "cómodos" en el barrio; muchos, reconocen que "en otras circunstancias" no se hubieran ni planteado la mudanza. El problema es que las más de cien familias que vivían en la finca tenían sobre todo contratos temporales. Esto fue lo que salvó a la promotora. "Vitrubio dejó de renovar los alquileres hace siete u ocho años, mantuvo las casas vacías. El objetivo suponemos que era tener un número de vecinos más reducido y conseguir que un inversor asumiera la compra", vaticina Loli. La estrategia sirvió para recortar la cifra de inquilinos casi a la mitad. Dazia, no obstante, necesitaba sortear una última barrera: 12 inquilinos tenían contratos de renta antigua y no podían ser expulsados ni con la rescisión de los acuerdos ni por la vía judicial.
"La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga les dieron vivienda social a los 30 y pico que tenían contrato temporal y cumplían con los criterios de vulnerabilidad", recuerda Loli. Vitrubio se puso en contacto con el resto por correo postal para comunicarles de manera oficial el cambio de titularidad en la empresa y ofrecerles 150.000 euros a cambio de abandonar los inmuebles. "No disponemos de un proyecto de construcción definido, [pero] tenemos la intención de iniciar, en breve y siguiendo todos los procedimientos legales pertinentes, la demolición de los edificios", rezaba una carta de 2023. La agencia ofreció más tarde 170.000 euros, tal y como consta en las misivas a las que ha tenido acceso Público. "No es una cuestión de dinero, llevamos aquí mucho tiempo y pedimos una casa. No estamos de acuerdo con lo que nos ofrecen y ahí seguimos, aguantando", reconoce Pepe. Los dos pagan entre 204 y 210 euros de renta todos los meses.
La negativa de los pensionistas a marchar de sus respectivos bloques desembocó en una espiral de "acoso", "coacciones" y "problemas con los suministros", tal y como denuncian ellos mismos en una conversación con Público. "A raíz de los derribos me han cortado el agua como cuatro veces y la luz, otras cuatro. El acoso es total y directo desde que han empezado las obras", lamenta Loli. Pepe se quedó sin electricidad durante la visita de este medio a Málaga. El cable que lleva la corriente a su casa estaba rozando el suelo cuando los encargados de la demolición tiraron abajo uno de los bloques. El hombre también está sin internet desde hace una semana.
Los dos vecinos han presentado una quincena de demandas en el juzgado de guardia por la acumulación de incidencias, pero ninguna ha sido todavía admitida a trámite. El mes pasado pusieron una reclamación en el Área de Urbanismo del Ayuntamiento de Málaga, también pendiente de responder. Público ha contactado tanto con la Administración local como con la promotora y les ha formulado una serie de preguntas, pero ninguna de las partes ha enviado de momento respuesta. La operación se planifica sobre unos restos arqueológicos que están siendo objeto de la correspondiente investigación.
La vida entre escombros y grietas
"Esta es la segunda vez que intentan comprar los bloques. La primera no llegaron a un acuerdo, pero esta vez sí, por eso se hicieron con el terreno", desliza Pepe. La manzana en la que viven los dos inquilinos tenía seis portales independientes; ahora, casi todos los pisos están conectados entre sí. "La empresa de demolición ha venido con mazos a romper todo el edificio, de punta a punta, desde la primera planta hasta la tercera. Lo han dejado todo abierto, entra quien quiere", describe la vecina. Pepe vive en uno de los extremos de la finca. Loli, en cambio, justo en medio. Los escombros la custodian "por los cuatro costados". El piso es una suerte de oasis en una escena casi bélica.
"Esto no está cerrado, no han puesto seguridad, han tirado muebles, colchones, puertas, somieres, lo han tirado todo. Y los chatarreros han entrado y han acabado de romper las tuberías. Estamos pendientes de los okupas y de los robos, porque nos han querido robar, miramos quién se mueve por aquí y quién se mueve por allá", añade Pepe. Loli reconoce que los okupas son, no obstante, el menor de sus problemas. "Me llaman abuelita, les llevo comida o agua cuando no tienen, no sé, nos llevamos bien", sostiene. La estrategia de la empresa, según dicen, parece clara. "Lo que pretenden es que nos cansemos de estar así y que nos marchemos con lo que nos han ofrecido", apuntan.
La situación, insisten, ha ido a peor, sobre todo desde que empezó la última fase de demoliciones. Las plantas de Loli "tiemblan" cada vez que la maquinaria tira abajo lo que hasta hace poco eran hogares. La polvareda empaña los atardeceres de verano. El ruido tampoco se puede amortiguar. "En mi casa da susto estar y han empezado con [el derribo de] un bloque que ni siquiera es el mío. Lo que no sé es si cuando lleguen aquí, esto va a poder resistir. ¿Pero qué hago? Me veo atada de pies y manos", reivindica. Público ha podido escuchar conversaciones en las que la empresa de demolición echa balones fuera al ser preguntada por los incidentes. Los vecinos aseguran que cuando hablan con la promotora, "ocurre exactamente lo mismo".
Pepe y Loli quieren un futuro en El Perchel
"La propiedad se aprovechó de que éramos familias humildes y personas mayores [para negociar las salidas], muchos vecinos no sabían que tenían herramientas para defenderse, porque nos decían que si nos negábamos, podían pasar muchas cosas, que las indemnizaciones no estaban mal, por eso se han agarrado a lo primero que han visto. Me consta que algunos están arrepentidos", señala Loli. Este diario ha podido hablar con uno de los antiguos inquilinos de la promoción, uno de los que aceptó los 150.000 euros. "Me han engañado, me han engañado", repetía desde la valla que separa la calle de los escombros. El temor a que la finca se llene de pisos turísticos y viviendas de lujo es generalizado entre los vecinos.
Málaga es una de las ciudades en las que más han subido los precios y donde más espacio ocupa el mercado vacacional. Airbnb tiene 6.300 anuncios sólo en el centro de la ciudad. "Los pisos en la zona no bajan del medio millón de euros y nos ofrecen 170.000", añade Pepe. Las cuentas no salen. "Si ellos me pueden comprar a mí una casa con ese dinero, hacemos el acuerdo, pero con ese dinero es imposible comprar nada", subraya Loli. La vecina lleva desde que empezaron los derribos con pastillas para la tensión y diagnosticada con depresión. El escenario no le impide seguir dispuesta a luchar. "No me van a echar para enriquecer a una multinacional, no pienso tirar la toalla por mucho que me hagan perrerías", declara. Pepe comparte la misma filosofía, no concibe su vida fuera del barrio, no quiere disfrutar de la jubilación en otro lugar: "Empezar de cero con 72 años es muy difícil, se puede hacer, pero es muy difícil".
La caja negra
Estas son las preguntas remitidas por Público vía correo electrónico, por indicación expresa del destinatario, al Ayuntamiento de Málaga y que no han recibido respuesta:
¿La promotora cuenta con licencia de demolición para realizar los trabajos que ha empezado esta semana?
¿El estudio detalle inicial ha recibido su aprobación definitiva? ¿Qué ocurre con los restos arqueológicos localizados en los terrenos?
¿El Ayuntamiento ha tomado alguna medida o ha ofrecido alternativas a los vecinos que todavía viven en dos de los bloques?
Y estas las enviadas por la misma vía y en los mismos términos a Dazia Capital:
¿Qué alternativas se les han ofrecido a los vecinos desde que se anunció la compra de los bloques? ¿En algún momento se llegó a plantear la posibilidad de ofrecerles una vivienda en el mismo bloque o en la misma zona a los inquilinos con contratos de renta antigua?
¿Qué tiene pensado hacer la empresa si los vecinos no aceptan la cantidad económica ofrecida?
¿Cómo son las viviendas que se esperan construir en El Perchel y cuáles son sus fines?
Comentarios de nuestros suscriptores/as
¿Quieres comentar?Para ver los comentarios de nuestros suscriptores y suscriptoras, primero tienes que iniciar sesión o registrarte.